El otro día, esperando cruzar la avenida del Libertador, me resultó gracioso los dos o tres autos que apuraron el paso para atravezar la bocacalle mientras el semáforo terminaba de pasar de amarillo a rojo.
Me hicieron acordar las dos o tres gotas rebeldes que caen apenas se termina de cerrar la llave de agua de la ducha, dándose aire de importantes.
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